Por Ismael RamĆrez
En los tiempos actuales, resulta alarmante la ruptura de vĆnculos entre hombres y mujeres, sobre todo amigos y conocidos, debido a un sentimiento que muchas veces se oculta tras la palabra "amistad": la "envidia."
Frecuentemente vemos cómo padres e hijos, hermanos, amigos y compañeros se distancian y hasta se enfrentan, impulsados por la "envidia" que genera el progreso ajeno: ya sea en lo profesional, en el Ômbito técnico o en los emprendimientos personales.
La Biblia el libro mĆ”s leĆdo del mundo relata mĆŗltiples historias que reflejan esta realidad. Entre ellas, la de CaĆn y Abel, donde el primero mata a su hermano movido por la "envidia." TambiĆ©n estĆ” la historia de Judas, quien traicionó a JesĆŗs por treinta monedas de plata. Son solo algunos ejemplos de cómo este sentimiento ha marcado la humanidad desde tiempos antiguos.
Hoy, en pleno siglo XXI, vemos cómo la "envidia" sigue viva en algunos corazones. Personas que, por miedo a ser reemplazadas en un cargo pĆŗblico, privado o gremial, son capaces de cometer cualquier artimaƱa para aferrarse a su posición. Llenos de amargura, celos, hipocresĆa y traición, no aceptan que alguien mĆ”s joven, quizĆ”s como el gran ejemplo un David bĆblico frente al gigante Goliat, que lo pueda derrotar.
Sabemos que el ser humano tiene tres grandes etapas en su paso por la vida: nacer, desarrollarse segĆŗn la voluntad de Dios, y finalmente morir, porque el tiempo no perdona y la vida siempre cobra su precio. Aun asĆ, muchos, envejecidos y golpeados por los reveses de la existencia, prefieren aferrarse al poder antes que dar paso a las nuevas generaciones.
Las sagradas escrituras nos recuerdan que todo tiene su tiempo: tiempo para reĆr, para llorar, para sembrar y cosechar. Por eso, como dice el refrĆ”n, “nadie nació para ser planta” y los cargos, como todo en la vida, son efĆmeros.
Reflexión del dĆa, una frase que resume nuestro ideal:
!Dios, Patria y Libertad!
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