Por Marcos Lorenzo
Azua, RD. 15 Julio 2025.-En una comunidad olvidada por el progreso, el panorama es tan gris que provoca lágrimas. Sus residentes no usan metáforas: hablan con el estómago vacío y el corazón herido. “Aquí estamos pasando hambre”, confiesa un residente con la voz rota.
Los testimonios coinciden. Algunos solo comen una vez al día, y cuando aparece un “racimo de guineos”, como expresa una mujer, los reparten entre familiares.
Sobrevivir es un arte
“Estamos muriendo. Aquí hay casas donde a esta hora ni agua con sal han bebido”, lamentan, mientras denuncian que muchas personas no reciben ayuda social, ni tarjetas, ni ningún tipo de respaldo del gobierno.
Una mujer viuda, quebrada por la pérdida de su esposo hace cuatro meses, vive sola en un rancho deteriorado. “No tengo de nada. No tengo seguro médico, no tengo tarjeta, no tengo ayuda… nada”, expresa con resignación.
Cuando llueve, el calvario es doble. Las casitas se convierten en trampas húmedas, la tragedia empeora. Las viviendas se inundan por dentro mientras afuera sigue despejado. “Aquí llueve adentro y campa afuera”.
Un hombre que vive en una casa amarrada con alambres. “Si pongo a mi hija en una esquina del techo y tiembla la tierra, me la mata el techo”, dice entre lágrimas.
Su hija es una adolescente de 15 años con condiciones especiales que requieren atención constante. “Hay que hacerle de todo, alimentarla, moverla, cuidarla todo el día. Ella solo se sienta en una silla”, explica su padre.
Clamor al Gobierno
Los residentes suplican ayuda urgente al presidente y a las autoridades. “Al Plan Social que venga a socorrernos. Nos estamos cayendo muertos de hambre. Aquí no hay trabajo, no hay esperanza, no hay una sola autoridad que venga por nosotros… Solo vienen a buscar votos.”
En medio del polvo, las piedras y el olvido, esta comunidad exige ser vista, escuchada y, sobre todo, atendida.
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